viernes, 14 de diciembre de 2018

Iniciativa Escritores Autopublicados (5)

Estimados Lectores:

El día de hoy les traigo otra entrada más de mi iniciativa de difusión de los libros autopublicados.

En esta ocasión les compartiré tres fragmentos, independientes entre sí, del libro "El pequeño Cavaliere" de Borja Jiménez Arroyo, que definitivamente aumentaron mi curiosidad y mis ganas de leer el libro.

Hace unos meses compartí en la iniciativa "Escritores Erráticos" un relato escrito por este mismo autor, pueden leerlo aquí.

Si eres un escritor autopublicado y te gustaría que compartamos tu libro, las bases se encuentran aquí.

Sin  más, le dejo una pequeña probadita, para que se animen a leer esta historia.


Alessandro Cavaliere (Sandro) es un niño de seis años perteneciente a una familia con raíces italianas dedicada al crimen organizado. Tras un incidente en el colegio, su profesora, viendo en él indicios que le llevan a preocuparse por su futuro, aprovecha para hacerle reflexionar sobre la profesión que le gustaría tener cuando sea adulto. Augusto, líder de la organización criminal y abuelo de Sandro, ve en la figura de su nieto a un digno sucesor y no dudará en aprovechar la labor encomendada por la profesora para instruir al niño, haciéndole partícipe de las distintas labores de la familia.


Esta decisión hará que Sandro se sumerja de lleno en el funcionamiento de la misma y, aunque en principio las directrices sean ofrecer al niño una versión edulcorada del día a día, no podrán evitar involucrarle en un recital de situaciones difíciles que muestran un trasfondo repleto de oscuridad.

Por otro lado Estefanía, madre de Sandro, en su afán por conseguir que su pequeño no se desvíe por tal camino, tratará por todos los medios de evitar que el entorno familiar lo influya y lo encamine hacia una vida indigna, en conflicto permanente con la justicia y la ética propia de las buenas personas. Esto le llevará a oponerse de manera frontal a los intereses de su suegro, Augusto, aun sabiendo que podría costarle la vida.





Tumbado boca arriba, roncando en soledad y sin reparos con la placidez de un lechón, Augusto abrió los ojos en cuanto el reloj eléctrico se accionó a la hora predeterminada divulgando a los cuatro vientos la sintonía de su emisora favorita. El simple comienzo de la melodía precedida de los pitidos característicos y la voz grave del locutor indicando a los oyentes que en aquel preciso instante la mañana había alcanzado las ocho en punto, provocaban que el Don se levantase exultante y, una vez su cuerpo se deshizo de las mantas y se hubo incorporado en el lateral correspondiente a su lado del colchón de matrimonio, sus comisuras se estiraron hasta exhibir una sonrisa unida a una sensación de felicidad tan grande que rivalizaba con la experimentada por un gorrino tras revolcarse en un inmenso charco de lodo.



Pietro no se apiadó e introdujo la parte superior de su cuerpo en el vehículo, tratando de agarrar por las piernas a la mujer que pataleaba aterrada. Finalmente el esbirro se vio obligado a retirarse tras lanzar un alarido cuando uno de los tacones lo impactó en la clavícula.

- Cuidado Cavaliere, parece que la gatita tiene garras. – Se burló el ucraniano desde su privilegiada posición.

El esbirro se masajeó el hombro y, tras torcer el gesto, no dudó en extraer el revólver de la gabardina, algo que erradicó al instante las risotadas del conductor. Pietro encaró el cañón hacia la cabeza de la víctima que, de inmediato, cedió en su heroica resistencia, temerosa de que el esbirro la ejecutara allí mismo. Instantes después fue ella la que exclamó de dolor cuando la mano del matón la agarró por el pelo y la obligó a abandonar el vehículo por la fuerza.

- Márchate de una vez, aquí ya no me sirves de nada. – Ordenó Pietro al conductor que no dudó en abandonar el lugar sin mediar palabra, tan rápido como le fue posible




Sandro asintió mientras la puerta del conductor se cerraba con un sonido seco, dejando el coche sumido en un silencio casi absoluto. El esbirro rodeó el vehículo por el exterior y tras apretar el mando a distancia y cerrar los seguros de las puertas, se internó en un local de cristales opacos situado a pie de calle.

— Ta—xi—der—mis—ta. – Dijo el joven leyendo por sílabas y en voz alta aquella palabra tan difícil que destacaba en lo alto de la tienda.

En la siempre aburrida soledad, mientras el ritmo de la ciudad seguía su curso y un flujo constante de tráfico y peatones se movía en el exterior sumergidos en sus quehaceres diarios, Sandro pasaba el rato preguntándose qué quería decir aquella palabra que casi seguro tenía que ver con aquellos taxis blancos que infestaban las carreteras de los núcleos urbanos. Inmerso en una vorágine de especulaciones acerca de su significado, estas se disiparon cuando unas vibraciones hicieron su aparición al otro lado del asiento, justo a su espalda. Sin duda algo se movía allí, rozando los límites de la celda oscura que componía el maletero. Después de forcejear con el cinturón que lo mantenía aferrado a la silla, Sandro logró que una de sus orejas entablase contacto directo con el respaldo del asiento central del coche, tratando de escuchar aquello que se encontraba al otro lado. Aunque en principio no percibió nada, su oído finalmente captó con claridad un sonido continuo e incesante, como si algo o alguien rasgara la superficie sintética desde el otro lado.

— ¿Hola? – Dijo Sandro pegando su boca contra el asiento, tratando de entablar contacto con la entidad oculta.

La única respuesta que obtuvo fue el intermitente sonido del rasgar, que al cabo de un tiempo fue acompañado por una especie de gemido o lamento casi imperceptible que acabó con toda actividad. Sandro golpeó entonces la superficie blanda del respaldo con el puño, tratando de desencadenar una reacción al otro lado. Esta no se hizo esperar y al instante la entidad oculta se agitó con fuerza, siendo apreciada sin necesidad de apoyar el oído contra el asiento.  

Cuando incapaz de contener la curiosidad, el pequeño Cavaliere se disponía a desabrocharse el cinturón para encontrar el modo de llegar hasta el maletero, el sonido de las cerraduras automáticas puso fin a sus acciones. Instantes después, Pietro abría una de las puertas traseras sin reparar en lo que allí ocurría e introducía a toda velocidad una especie de animal, que afianzó al asiento con ayuda del cinturón de seguridad.

— ¡Es un perro! – Exclamó Sandro con emoción mientras el esbirro ocupaba su lugar en el coche.

— Es un regalo para alguien especial, así que no lo toques.

Al tiempo que el vehículo volvía a reanudar la marcha, Sandro examinaba al perro que le devolvía la mirada, sin mover un solo músculo o parpadear. Rumbo a un nuevo destino, los ojos del pequeño Cavaliere examinaron durante largo rato el rostro del animal, incapaz de determinar con exactitud si este era real.

— ¿Qué te parece Sandro, dirías que el perro es de verdad?

El ragazzo meditó su respuesta, tratando de encontrar un motivo que la justificase.

— Es de mentira, nadie puede mantener tanto tiempo los ojos abiertos sin parpadear.


Pietro mostró una media sonrisa al escuchar la respuesta y acto seguido encendió uno de los característicos puritos que solía fumar.


¡Eso es todo! Espero que les haya gustado y que se animen a comprar el libro.

Pueden contactar al autor a través de su sitio web o su página de Facebook.

5 comentarios:

  1. Hola!
    Estupenda iniciativa. Le echaré un ojo.
    Besitos :)

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  2. A great post! <3
    I am following you and invite you to me
    https://milentry-blog.blogspot.com

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  3. ¡Hola, La lectora errática!,
    Me parece una muy buena iniciativa y una muy buena forma de dar a conocer a autores autopublicados ^^.
    Desde luego, voy a buscar más información sobre esta obra ;)
    Un besito de tinta y hasta pronto.
    Nos leemos :D

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